Debe haber sido mi humor de ese día. Los tallarines se pasaron de cocción en cosa de segundos (siempre habían sido muy pacientes), el sazón estaba inexplicablemente desabrido, y la chirivía (pastinaca... bueno, un nabo largo) se amargó horrible cuando lo recalenté. ¿Qué onda?
Quizás fue por estas verduras extrañas que crecen con etiquetas de precio...
¡Pero por lo menos se veía bonito!
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